Cuando hace unas semanas me dijiste que era inminente tu definitivo mutis por el foro de ésta profesión, que tantos sentimientos encontrados nos provoca a diario, una sensación, mezcla de tristeza y alegría me asaltó.
Alegría, porque te vas de la profesión por "la puerta grande", (tu ya me entiendes) pero también tristeza por las circunstancias que te han obligado a tomar la decisión, postergada durante éstos años de "a ver si...."
Ya nos lo advirtió don Ortega, cuando nos dijo que "cá uno es cá uno..... y sus circunstancias".
Han sido muchos años los que hemos compartido comandancia, años duros pero a la par ilusionantes, de transición en AVEPRENCO, en los que, (y aquí tengo que corregir al de Cañero), entre los cinco comandantes, conseguimos darle a la asociación un giro de 360 grados, pasando de abrir la sede una tarde a la semana, a hacerlo a diario, para así mejor atender a l@s compañer@s, de la máquina de escribir, a informatizar nuestros métodos de trabajo, de depender de la distribuidora para el cobro de las cuotas a los asociados, a tener una economía saneada, de trabajar en kioscos vetustos, a hacerlo con los más modernos del mercado, totalmente equipados y, además, gratis, de andar rogando a editores y distribuidores, a tratarlos de tú a tú.....
Mucho y muy bueno lo que conseguimos entre todos en aquellos años en lo profesional.y que, si no hubiese existido una sintonía en lo personal, no hubiera sido posible, pues fueron años de dos y hasta tres reuniones de junta directiva semanales, que, indefectiblemente, comenzaban a las 9 de la noche y rara vez acababan antes de las 23.30, eso, después de doce o más horas de kiosco.
Si no hubiese existido entre los comandantes esa argamasa que nos unió, más allá de lo profesional y ´que al fraguar se tornó en amistad y fraternidad, ese ritmo no lo hubiera aguantado nadie durante tanto tiempo.
El roce hace el cariño, pero del mismo, también puede ocurrir que salten chispas y, de hecho, hemos tenido discrepancias, algunas muy fuertes y enconadas, pero ha prevalecido por encima de todo nuestra amistad.
Te deseo la mejor de las fortunas en ésta nueva etapa de tu vida, Rafa, y no te guardo rencor por no haberme obsequiado con pan vacareño ni tacos de lomo en manteca, al contrario, viendo al de Cañero y su prominente abdomen, te lo agradezco.
Yo, en cambio, sí te quiero obsequiar con algo que, como buen rapsoda que eres, apreciarás