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La distribución de la ¿promoción? del libro de “MANOLETE”por parte del que un día fuese EL LIDER DE LA PRENSA EN CÓRDOBA, si no es fraudulenta está muy cerca de serlo y como mínimo es inmoral e indecente.
Desconozco quien es el responsable o responsables de esta tropelía para con los vendedores de prensa, por lo tanto voy a disparar por elevación:
Señor@s Gerente, Director y responsable de distribución, a pesar de conocer que no tienen ejemplares para aumentar la tirada siguen anunciando algo de lo que no van a poder satisfacer la expectación generada con vuestra publicidad. Este acto es una falta de respeto hacía los que tenemos que dar la cara y empezar a las 7:00 de la mañana a decir “lo siento no me han enviado los suficientes”.
Con la cantidad recibida en la mayoría de los puntos de venta , con suerte se podrá satisfacer a los clientes de diario.
Se me ocurren varias maneras de felicitarles por vuestra gestión, una de ellas hubiera sido que estuvieran ustedes a pie de kiosco las 07:00h diciéndole a la gente “ lo sentimos , no tenemos, lo hemos anunciado pero no hemos hecho más ejemplares” de esta forma quizá y con algo de suerte se hubiesen ustedes sonrojado, y también quizá y con algo más suerte se hubiesen llevado un par de collejas ( siempre profesionalmente hablando) que es lo que ustedes se merecen.
También se me ocurre que a lo mejor , lo vendedores tuviéramos un acto de dignidad y quizá y con algo de suerte se nos olvidase el exponer su periódico en nuestros establecimientos al menos durante un par de días.
Las promociones han de hacerse para atraer público a los puntos de venta, pero claro no para atraerlo y que se vayan acordándose del kiosquero, del periódico líder y de la madre que los parió a todos.
Donde se ve que no faltaron libros fue en la presentación del mismo
Y ya saben el dicho señor@s de Diario Córdoba:
“MANOLETE, SI NO SABES TOREAR PÁ QUE TE METES”.
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Desde siempre, quizá porque la primera vez que los visualicé con la mirada metafísica de la infancia se me antojaron como enormes caracolas que con ese carisma desubicado, albergaban un mundo dentro de ese hermetismo que tienen los espacios reducidos. Siempre que me arrimaba a un quiosco de prensa abierto, que a lo lejos parecía una enorme planta carnívora dispuesta a tragarse a todo el que se dejara seducir por aquella panoplia vistosa y seductora de colorido impreso, sentía que el verdadero secreto estaba dentro de aquella enorme concha del mar urbano. Y ese misterio no era ni más ni menos que el gesto, la palabra y el ademán simpático de la persona que regentaba aquella goleta varada en mitad de una plaza o avenida. Y jamás me fui de ella sin desvelar algunos secretos y sin asirme a algunos más en aquellas páginas de revistas o periódicos que se compraban por unas pocas monedas, siempre rentables en función de todos los hilos de fotos y palabras que te llevabas y que todos necesitamos para hilvanar la realidad hecha noticia. Y hasta la imaginación más ensoñadora. El caso es que los años han pasado, y muchos, y aún los quioscos de prensa siguen oliendo a esa leña acogedora que se quema en la chimenea de una pequeña cabaña en mitad de un solitario bosque. No hay noticias, sean del color que sean que no esperen su primer vuelo ciudadano en ese hangar de aviones de papel y actualidad. Los quioscos de prensa son un patrimonio vivo que precisamente por estar vivo y coleando no se le da el rango que merecen. Ahora los vendedores de prensa piden cambios en la ordenanza que regula su trabajo por estar «desfasada». Cambian los tiempos y como debe de ser han de cambiar las ordenanzas obsoletas, sobre todo para que una cosa no cambie: la permanencia en ese océano urbanita de eso paquebotes donde viaja todo aquello que esperamos encontrarnos cuando nos enrolamos en un quiosco de prensa.